Inspirados en los cuencos tibetanos, los cuencos de cuarzo surgen en los últimos veinte años como una alternativa/complemento en el mundo de la sonoridad terapéutica. Elaborados con polvo de cuarzo de una gran pureza (99,9%) de modo industrial, el polvo se introduce en una máquina que al girar a gran temperatura compacta el cuarzo. No se trata por tanto de cuencos hechos de una sola pieza. Su principal cualidad es la potencia de sonido (graves los más grandes y más agudos a medida que descendemos en diámetro) que puede resultar molesto si no se controla, es por ello que se recomienda tocarlos a una intensidad moderada. A diferencia de los cuencos tibetanos, no nos dan una gran riqueza de armónicos, sino más bien un sonido uniforme sostenido en el tiempo, pero eso sí, muy penetrante. El efecto que generan tocados a poca distancia, especialmente los más grandes, es inmediato. El modo de tocarlos es muy similar a los tibetanos, consiste en colocar la baqueta perpendicular al borde del cuenco y presionar levemente mientras vamos girando la baqueta. Podemos ayudarnos de un golpe (suave en el borde) al principio para “arrancar” el sonido y a partir de ahí girar la baqueta para mantenerlo.